El empleado con sueños de escritor

Si algo te apasiona, pero te da miedo fracasar, hazlo con miedo, pero no entierres tus talentos ni vendas tus sueños por un plato de lentejas. Si te dedicas a todo menos a lo que te apasiona, la siguiente historia te hará replantearte un cambio. 

Completaba diez años trabajando para un hotel. En la pared de su cuarto pendían diez reconocimientos como el mejor empleado del año. Dos pasiones le agitaban el corazón: sacarle una sonrisa a sus clientes, y escribir.

Aunque su ingreso económico era estable y su prestigio en la empresa le permitía gozar de ciertos privilegios, algo en su corazón le decía que su ciclo allí había terminado.

Era hora de plasmar en un libro todo lo que diez años de experiencia le habían aportado. En un ejercicio que a su familia le pareció una locura, una mañana de lunes presentó su carta de renuncia.

Terminó de escribir su libro, Servir es vivir. En él expuso las habilidades, conocimientos y técnicas que le llevaron a ser el mejor empleado, reconocido por sus clientes, sus compañeros de trabajo y sus jefes.

Resuelto a publicar su libro visitó diez editoriales, pero ninguna se interesó en su obra. En el mundillo editorial era el perfecto desconocido. Nadie quería invertir recursos en la historia de un desempleado.

En contra de los planes familiares, invirtió toda su liquidación en la impresión independiente de su escrito.

Cuando llegó el encargo, no sabía dónde meter veinte cajas repletas de libros. Mil copias de su escrito ocupando su habitación le hicieron descubrir que tenía dotes para el servicio al cliente, pero que era pésimo para las ventas.

La depresión le estaba tocando la puerta. Cada tarde regresaba con el mismo número de libros y sus pies ampollados de andar, sin encontrar quién comprara su material.

Un mes después, las copias que había vendido se podían contar con los dedos de su mano. A pesar de esto, salió de su casa con una actitud diferente. Esta vez tenía una motivación más fuerte: el hambre. El dinero se había agotado y si no vendía un libro ese día, no tendría con qué comprar para comer.

La playa era un buen lugar para vender cualquier cosa, menos un libro, o por lo menos eso le decía su reciente experiencia. Sin embargo, insistió una vez más.

Se acercó a un hombre de edad madura. El hombre tenía un libro en sus manos. Se iba a echar para atrás, pensando «¿cómo qué venderle un libro a alguien que ya está ocupado en la lectura?», pero siguió adelante:

   —Buenos días amigo. No me diga que está leyendo el mismo libro de nuevo.

   —¿Qué come que adivina? —le responde el turista con una sonrisa.

   —Bueno, hoy es su día de suerte. Tengo en mis manos un libro «recién salido del horno». Por cierto, puedo conseguirle un autógrafo.

   —¿Me habla en serio? Bueno, el título me gusta.

   —El libro es suyo —le dice entregándolo en sus manos.

El hombre siente que se le va a salir el corazón de la emoción. No sabe si le entusiasma más su primera venta a un desconocido o saber que tendrá algo qué comer ese día. Aprovecha esa emoción efervescente para seguir ofreciendo el libro, pero no corre con la misma suerte. A pesar de ello, esa noche se acuesta en su lecho satisfecho por su pequeño, pero significativo logro.

 Al siguiente día decidió probar suerte en la misma zona del día anterior. Para su sorpresa, encontró al turista leyendo su libro en un café. Se acercó para saludarlo.

—Buenos días, amigo. Ayer noté que empezó a leer el libro de inmediato. ¿Cómo le ha parecido la lectura?

—¡Más que satisfecho, sabe! Es justo lo que estábamos buscando.

El turista, con un gesto jovial le hace señas para invitarlo a sentarse a tomarse un café. Continúa diciendo:

—Administro una cadena hotelera continental. Los miembros de la junta directiva acaban de autorizarme para entregarle a cada empleado este manual de servicio al cliente. Necesito mil quinientos ejemplares. ¿Podría preparar algunas conferencias?

Reflexión:

Los sueños que valen la pena tiene un alto costo. Si no fuera así, cualquier persona los alcanzaría. La vida siempre premiará al que busca en su interior su propósito de vida y arriesga todo lo que tiene por poner al servicio de los demás los dones que le entregaron de lo alto.

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